Mundo Salud

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martes, agosto 04, 2009

Niños y adolescentes sedentarios tienen más problemas para dormir

En comparación con los chicos que están de acá para allá durante el día y se mueven, aquellos que permanecen inactivos tardan más tiempo en dormirse de noche". Ésta es la principal conclusión a la que arribaron los científicos neozelandeses de la Universidad de Auckland (NZ), quienes en las conclusiones de la experiencia publicadas en el journal Archives of Disease in Childhood, detallaron: "Por cada hora que los niños pasan en estado sedentario, añaden tres minutos al tiempo que les lleva conciliar el sueño".

Entre los principales factores que influyen para que los niños dejen de hacer actividades en cuanto llegan del colegio, los especialistas enumeraron: "la televisión, la computadora, la playstation y demás aparatos electrónicos son los principales responsables de que los chicos ¨se queden quietos¨. Pero esto no es todo, pues a su vez esos dispositivos favorecen la sobreexcitación generando que a la hora de irse a dormir los adolescentes sobre todo estén absolutamente desvelados y por ende, les cueste más".

"Esto quiere decir que estamos frente a una cadena: una cosa genera la otra hasta terminar encontrándonos con chicos que no sólo son sedentarios sino que además como consecuencia de esto y de otros hábitos presentan enfermedades asociadas -entre las cuales se destacan el sobrepeso y la obesidad, aunque también la hipertensión y la diabetes. También alteraciones neurológicas y cognitivas pues con pocas horas de sueño encima suele volverse una tarea muy compleja aprender cosas y prestar atención en la escuela", describe Edwin Mitchell, autor de la investigación, que analizó a 591 participantes, todos de siete años de edad.

Daniel Cardinali, investigador superior del CONICET y director del Departamento de Docencia de Investigación, de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica Argentina (UCA), describe: "Las observaciones realizadas en el mencionado trabajo, así como también sus conclusiones resultan absolutamente válidas para mi, no sólo por la historia médica de este tema sino también por su relación con otro abordaje realizado en nuestro país por nosotros, contando con la ayuda del doctor Pérez Chada del Hospital Universitario Austral (HUA), en el cual pudimos determinar que una porción grande de los adolescentes de nuestro país está privada del sueño en forma crónica debido, en parte, a la sobreutilización de la tecnología".

El estudio al que hace referencia el doctor Cardinali -publicado en el Internacional Journal of Neuroscience-, se llevó a cabo a través de la participación de aproximadamente dos mil chicos argentinos.

"Lo que ocurre con todas las investigaciones que abordan estas temáticas -y lo que les pasa a muchos especialistas en la práctica diaria- es que si bien es un hecho que los niños y adolescentes que tienen sobrepeso (y por lo general son sedentarios, ya que ambos factores guardan una estrechísima relación), son los que mayores problemas encuentran a la hora de conciliar el sueño, por lo general resulta muy complicado establecer cuáles son las causas y cuáles los efectos. Por ejemplo: puede ser que un niño no realice ningún tipo de actividad física, y por ende desarrolle sobrepeso u obesidad, ambas patologías que interfieren en la calidad del sueño; o bien es posible que sus alteraciones del sueño le impidan realizar actividades durante el día, se sienta cansado, no tenga ganas de moverse y se vuelva sedentario", aclaró el doctor Cardinali.

Gracias a los cuestionarios realizados -en los cuales también fueron consultados los padres-, los investigadores neozelandeses establecieron que, en promedio, un chico tarda 26 minutos en dormirse, aunque el rango de tiempo va de los 13 a los 42.

Entre los que experimentaron problemas (1 de cada 10), el tiempo promedio fue de 15,5 minutos, mientras como ya fue dicho, por cada hora de inactividad durante el día se suman tres minutos de insomnio durante la noche.

Fuente: Nutrar.com.

Una dieta infantil rica en calcio y lácteos podría reducir la mortalidad

Una dieta rica en calcio y productos lácteos en la infancia podría reducir el riesgo de mortalidad en la edad adulta, según concluye un estudio publicado por la revista "British Medical Journal".

Las universidades de Bristol (Inglaterra) y Brisbane (Australia) hicieron un seguimiento durante 65 años de un estudio realizado en Gran Bretaña en la década de 1930 sobre hábitos alimenticios.

Observaron, entre otras cosas, que la presencia de calcio y lácteos en la dieta influían en cuánto vivía la gente, y que las personas que habían consumido esos productos de pequeños tendían a vivir más.

En la actualidad continúa el debate sobre el efecto de los lácteos como la leche entera, la mantequilla o el queso en la dieta, ya que se considera que, en la edad adulta, pueden contribuir a las enfermedades cardíacas, por su alto contenido de grasas saturadas y colesterol.

La comunidad médica se plantea, incluso, los efectos a largo plazo de dar leche a los niños en las escuelas.

Los científicos británicos y australianos analizaron la información recogida entre 1937 y 1939 por el estudio Carnegie sobre dieta y salud en la Gran Bretaña de pre-guerra, en el que se examinó a niños de 1.343 familias inglesas y escocesas en base a inventarios semanales de la despensa del hogar.

Los autores del presente estudio lograron establecer qué les había sucedido a 4.374 de estos niños entre 1948 y 2005.

En 2005, 1.468 (34%) habían muerto, 378 de ellos por enfermedades coronarias y 121 de embolias.

Los expertos se centraron entonces en dos desenlaces concretos -muertes por embolia y dolencias cardiovasculares-, y analizaron la conexión entre el consumo total de lácteos y la mortalidad, y entre grupos concretos de lácteos y mortalidad.

Constataron, entre otras cosas, que no había pruebas evidentes de que el consumo de lácteos estuviera asociado con muertes de ninguno de los dos tipos.

Sin embargo, la ingestión de calcio en la infancia estaba inversamente relacionada con una mortalidad por embolia, aunque no por dolencias cardíacas.

Los niños que estaban en el grupo con mayor consumo de calcio y productos lácteos tenían menos índice de mortalidad que sus compañeros.

"Los niños cuya dieta familiar en los años 30 era alta en calcio tenían menos riesgo de muerte por embolia", señalan los investigadores.

"Además -añaden-, las dietas infantiles ricas en calcio o lácteos se asociaron con un menor índice de mortalidad por cualquier causa en la edad adulta".

Los autores del estudio, que será publicado también por la revista "Heart", señalan que hacen falta otros estudios de población para corroborar estos resultados, ya que hay factores, como los socioeconómicos, que podrían explicar las diferencias. EFE

Fuente: Nutrar.com.

Dieta y estilo de vida saludables reducen el riesgo cardíaco

Adherir a una alimentación y un estilo de vida saludables disminuye el riesgo de desarrollar hipertensión e insuficiencia cardíaca, que es cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre para transportar oxígeno y nutrientes por el organismo, afirmaron dos estudios publicados en Journal of the American Medical Association.

En el primero, el equipo de Luc Djousse, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, analizó datos de 20.900 varones participantes en el estudio llamado Physicians Health Study I (1982-2008) para evaluar la relación entre el estilo de vida y el riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca.

El seguimiento de ese grupo duró unos 22,4 años. El riesgo vital de desarrollar insuficiencia cardíaca, evaluado a los 40 años, fue de uno cada siete pacientes.

Varios hábitos saludables del estilo de vida estuvieron asociados con una reducción del riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca; entre ellos: mantener el peso normal, no fumar, hacer ejercicio, beber alcohol con moderación y consumir cereales en el desayuno, frutas y verduras.

Los hombres que no tenían ninguno de esos hábitos tuvieron el riesgo más alto de padecer insuficiencia cardíaca (del 21,2 por ciento), mientras que los que cumplían cuatro o más de esas conductas tenían el riesgo más bajo (del 10,1 por ciento).

En la segunda investigación, el equipo del doctor John P. Forman, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, analizó datos de 83.882 mujeres participantes del estudio Nurses Health Study (1991-2005) para evaluar el efecto combinado de varios factores alimentarios y de estilo de vida sobre el riesgo de desarrollar hipertensión.

El estudio se concentró en seis factores previamente asociados con una disminución del riesgo de hipertensión: peso normal, ejercicio intenso 30 minutos por día, dieta saludable, consumo moderado de alcohol, uso de analgésicos menos de una vez por semana y consumo de ácido fólico, que es una forma de vitamina B.

La presencia de seis, cinco, cuatro y tres de esos factores redujo el riesgo de hipertensión un 78, 72, 58 y 54 por ciento, respectivamente, comparado con la ausencia total de esos factores.

El que mayor efecto tuvo sobre la presión fue el peso corporal. Las mujeres obesas eran 4,7 veces más propensas a desarrollar hipertensión que aquellas con peso normal.

Los autores concluyeron que muchos nuevos casos de hipertensión podrían prevenirse con la adherencia a esos factores alimentarios y de estilo de vida de bajo riesgo. Eso, agregaron, podría proporcionar grandes beneficios para la salud pública.

Fuente: Nutrar.com.

Develar la posible conexión entre la diabetes y la obesidad

Los científicos podrían estar más cerca de resolver un misterio médico con grandes implicaciones para la salud personal y pública: el motivo de que las personas obesas sean más propensas a tener diabetes tipo 2

Una serie de estudios que aparecen en la edición en línea del 26 de febrero de Nature Medicine sugiere que la inflamación dentro de los tejidos grasos de individuos obesos podría conducir a la diabetes.

Y lo que es más, cada uno de los cuatro estudios que eran totalmente independientes, de dos continentes y tres países, mostraron que interferir con estos procesos de las células inmunitarias revertieron realmente la diabetes en ratones.

Las implicaciones a largo plazo de los hallazgos son atractivas: quizá un día conduzcan a una cura para la diabetes tipo 2, una dolencia que ahora afecta a más de 23 millones de personas en EEUU.

"Este grupo de trabajos sugiere que la inmunidad celular podría regular la inflamación de los tejidos grasos", explicó la Dra. Vivian Fonseca, profesora de medicina del Colegio de medicina del Centro de ciencias de la salud Texas A&M "Los autores sí sugieren que si se modifica la respuesta inflamatoria al cambiar la forma en que las células del cuerpo responden a un desencadenante para la inflamación, quizá se pueda llegar al mismo corazón de la diabetes, lo que sugiere que se podría curar.

Sin embargo, Fonseca advirtió que todos estos estudios se realizaron en ratones y que aún no se han demostrado en humanos.

En la diabetes tipo 2, el cuerpo a menudo se vuelve resistente a la insulina y no la usa de forma efectiva. En la última década, los investigadores presentaron evidencia de que la supresión de la inflamación en animales podría mejorar la resistencia a la insulina y otros procesos involucrados en la diabetes. Ahora se considera de forma general que la inflamación tiene que ver con muchas enfermedades metabólicas que afectan a los individuos obesos. La inflamación del tejido graso, en particular, parece la responsable, ya que al cambiar la función del tejido graso contribuye a la resistencia a la insulina.

Pero los mecanismos exactos del fenómeno no están claros.

Tres trabajos, uno de Japón, otro de Canadá y otro de EEUU, mostraron que las células del sistema inmunitario conocidas como células T eran deficientes en ratones obesos, lo que obligaba al sistema inmunitario a iniciar de alguna manera la resistencia a la insulina.

La restauración de las células T a un nivel normal revirtió de hecho el aumento de peso y mejoró la resistencia a la insulina, aún cuando los ratones continuaron con la dieta rica en grasa.

El cuarto estudio analizó otra clase de células inmunitarias llamadas mastocitos, que se asocian más comúnmente a las alergias.

Una excesiva abundancia de mastocitos contribuyó a la obesidad y la diabetes en los ratones, pero cuando los mastocitos se extrajeron del sistema el problema se corrigió, de acuerdo con el autor del estudio Guo-Ping Shi, bioquímico del Hospital Brigham and Women s de Boston.

"Administramos a los ratones una dieta rica en grasa durante tres meses y desarrollaron obesidad y diabetes", dijo. Sin embargo, los ratones que fueron desprovistos de los mastocitos no lo hicieron. "Si estos ratones no tenían las células T estaban protegidos contra la enfermedad", señaló Shi.

El equipo de Shi también administró medicamentos para alergias a ratones normales, que funcionan al "estabilizar" los mastocitos. Esto también produjo mejoras en los ratones.

"Podemos usar los medicamentos para manipular la actividad celular o evitar la enfermedad en este caso", dijo Shi.

Shi firmó además un contrato con una compañía local para desarrollar una versión de los medicamentos para combatir la diabetes en humanos.

Fuente: Medline Plus.

La meditación podría ser el gran ejercicio para la mente

Transpirar en los gimnasios, correr tras el personal trainer y otros recursos de ese tipo son estrategias que se emplean para tener un mejor aspecto físico, músculos más grandes y un cuerpo más armónico. ¿Pero hay alguna gimnasia que podamos implementar para hacer crecer nuestro cerebro?

Según una reciente investigación la meditación podría ser un buen ejercicio para la mente.

Este es el hallazgo de un grupo de investigadores de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), EEUU. Los científicos usaron técnicas de imágenes de resonancia magnética de alta resolución para escanear el cerebro de personas que estaban meditando. El estudio, que fue publicado recientemente en la revista científica Neuroimage, señala que ciertas regiones del cerebro de las personas que hace tiempo se dedicaban a meditar eran más grandes que las de quienes no lo hacían.
Las personas que meditaban mostraron tener volúmenes significativamente más grandes en el hipocampo y en áreas de la corteza órbito frontal, el tálamo y la circunvolución temporal inferior, todas regiones que -según se sabe- intervienen en la regulación de las emociones.

Más estabilidad
La investigación se hizo en el Laboratorio de Neuroimágenes de la UCLA, líder en el desarrollo de algoritmos computacionales y enfoques científicos para la comprensión y el mapeo de las distintas estructuras cerebrales y sus funciones.
Eileen Luders, autora principal del trabajo, dice que las personas que meditan habitualmente tienen una particular habilidad para desarrollar emociones positivas, más estabilidad emocional y un comportamiento más consciente. La idea de Luders y su equipo es que las diferencias que observaron en los cerebros de las personas que meditan respecto de las que no lo hacen podrían explicar esas habilidades excepcionales.
Este estudio confirma aspectos beneficiosos de la meditación. Además de tener una mejor concentración y control sobre sus emociones, quienes meditan habitualmente tienen menos estrés y sistemas inmunológicos más fuertes. No obstante, hasta el momento no se conocía mucho sobre los vínculos entre la meditación y la estructura del cerebro.

Práctica habitual
Luders y sus colegas examinaron 44 personas; 22 practicaban diversas formas de meditación (Zazen, Samatha y Vipassana, entre otras) y las otras 22, no. El tiempo que habían ocupado en la práctica iba de los cinco a los 46 años, con un promedio de 24 años realizando meditación en forma habitual, y una dedicación diaria de 10 a 90 minutos. Más de la mitad de los que meditaban dijeron que la concentración es esencial en la práctica.
Además de imágenes de alta resolución y tridimensionales, los investigadores emplearon dos metodología distintas para medir las diferencias en las estructuras cerebrales. En un caso dividieron al cerebro en varias regiones de interés, que les permitió comparar el tamaño de ciertas estructuras cerebrales. Por otro lado, segmentaron al cerebro en diferentes clases de tejidos, que les permitió comparar la cantidad de materia gris que había en regiones específicas del cerebro.

Notables diferenciasLos resultados indicaron que quienes meditaban tenían volúmenes más grandes en ciertas regiones del cerebro comparados con quienes no lo hacían. Esto incluía mayores volúmenes en el lado derecho del hipocampo y más cantidad de materia gris en la corteza órbito frontal, el lado derecho del tálamo y la zona izquierda inferior del lóbulo temporal. En cambio, en quienes no meditaban no hallaron regiones del cerebro con volúmenes más grandes o mayor cantidad de materia gris.

Falta descubrir

Lo que aún no se sabe y requiere más investigaciones para dilucidarse es qué correlaciones específicas hay en el nivel microscópico: es decir, si quienes meditan tienen un mayor número de neuronas y con un tamaño más grande, o si desarrollan un patrón particular de conexiones entre esas células del cerebro.
Un aspecto a tener en cuenta es que no fue un estudio longitudinal (no se siguió a quienes meditaban desde el momento en que habían comenzado a hacerlo). Por ese motivo, podría ser posible que estas personas ya hubieran tenido antes de comenzar a meditar regularmente regiones de su cerebro con mayor tamaño y más materia gris, y que este hecho las hubiera llevado a dedicarse a la meditación.
Sin embargo, esta hipótesis no es probable, según los investigadores, ya que numerosos estudios previos han dejado en claro que el cerebro cuenta con una plasticidad muy destacable y que distintas influencias ambientales pueden enriquecerlo produciendo cambios en su estructura.

Fuente: diario Clarín.