Mundo Salud

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miércoles, junio 06, 2007

La capacidad de adaptarse al estrés reduce el riesgo de stroke

Se sospecha desde hace mucho que el estrés tiene un papel protagónico en el desarrollo de la hipertensión, la aterosclerosis y la enfermedad coronaria. Y que es un riesgo potencialmente importante para el ataque cerebral o stroke .

Es más: existe evidencia de que circunstancias de estrés extremo aumentan la incidencia de este último cuadro. Por ejemplo, después del terremoto Hanshin-Awaji, en Japón, los ataques cerebrales aumentaron nada menos que un 90% en comparación con la cifra registrada el año anterior.

Sin embargo, un equipo de investigadores del Departamento de Salud Pública y Cuidados Primarios de la Universidad de Cambridge descubrió que la realidad podría ser levemente diferente. En un estudio realizado a lo largo de más de 7 años constataron que no es el estrés en sí, sino la forma en que lo enfrentamos lo que aumenta o disminuye el riesgo de padecer un ataque cerebral.

"No conozco ningún otro que aborde específicamente este tema relacionado con una patología vascular. Se trata de un trabajo muy novedoso -comenta el doctor Luciano Sposato, director del Centro de Stroke de la Fundación Favaloro-. Y adquiere más importancia aún si se tiene en cuenta que fue prospectivo [para predecir el futuro] y con muy poco abandono."

Hasta ahora se había mostrado que el estrés era un factor de riesgo para el infarto, pero lo que postulan Paul Surtees y colaboradores es que la forma en que uno se adapta a ese estrés es lo que determina el impacto que puede tener en el cerebro. Ellos proponen que una buena adaptación puede reducir un 25% el riesgo de sufrir un ataque cerebral. Según esta investigación, aquellos que tomen una actitud positiva estarán menos expuestos.

Según explica Sposato, la capacidad natural de adaptación a la adversidad social o estrés fue definida hace 20 años por Aaron Antonovsky como "sentido de coherencia". Relacionado con el afrontamiento de situaciones traumáticas, se lo define como una disposición a valorar las experiencias vitales como comprensibles, manejables y significativas.

"Esta actitud positiva se sustenta en 3 pilares: la comprensión de los hechos generadores del estrés, la capacidad de manejar favorablemente ese estrés y el significado que se da a la vida para poder seguir adelante a pesar de las adversidades".


Durante un seguimiento de siete años los científicos ingleses utilizaron una escala de 3 puntos para investigar estos factores. Las respuestas de 20.629 pacientes, que incluyeron más de 80.000 eventos vitales adversos, fueron clasificadas según mostraran un sentido de coherencia alto, moderado o leve.

El análisis estadístico demostró que esta capacidad de adaptación disminuyó el riesgo de ataque cerebral tanto en hombres como en mujeres, independientemente de la presencia de factores de riesgo clásicos -como la hipertensión arterial, el tabaquismo, la diabetes y el infarto agudo de miocardio- y de otras condiciones, como la depresión y el grado de hostilidad de la personalidad.

También permitió constatar que el sentido de coherencia era mayor en personas que no fumaban y que tenían un mayor nivel de educación, mientras que era menor en aquellos con depresión y un mayor grado de hostilidad.

Algunos de los resultados que obtuvieron fueron provocativos. Por ejemplo, en este estudio la cantidad o la intensidad de eventos adversos no estuvo relacionada significativamente con la ocurrencia de ataques cerebrales. Además, afirma Sposato: "Teniendo en cuenta que el estrés es parte de nuestra vida, resulta interesante plantearse qué impacto tendría sobre el riesgo de sufrir enfermedades cerebrovasculares la optimización de nuestra capacidad de adaptación a los hechos negativos que enfrentamos todos los días. El papel de este sentido de coherencia adquirido seguramente será el foco de futuras investigaciones".

Sólo en el nivel de las especulaciones, se propone que el cambiante impacto del estrés en el cerebro podría explicarse por las catecolaminas, hormonas que se liberan cuando uno está estresado. "Podría ocurrir que en las personas con mejor adaptación la cantidad de estas hormonas que se liberan en el torrente sanguíneo fuera menor".

Y aunque advierte que los resultados de este trabajo deberán ser confirmados por otros estudios, admite que de aquí en más se abren atractivas vías de investigación: "Entre otras cosas, habrá que probar si métodos para adaptarse mejor al estrés tienen un impacto positivo, pero habría que hacerlo con otro grupo de pacientes".

Cómo fue el estudio

El trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge incluyó a 20.629 participantes de entre 41 y 80 años que no habían experimentado antes ningún ataque cerebral. Completaron cuestionarios que incluían preguntas sobre su capacidad de afrontar el estrés y detalles sobre sus experiencias ocurridas en la adultez. Durante el seguimiento de 145.000 horas de vida (un promedio de algo más de 7 años por persona), 452 participantes sufrieron un ataque cerebral. La adaptación rápida a las adversidades se asoció con una incidencia reducida de stroke.

Fuente: diario La Nación.