Mundo Salud

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miércoles, abril 04, 2007

Abusar de la fructosa conduce a la obesidad

Un estudio en ratas muestra que la ingesta excesiva deteriora el ajuste energético del organismo.

La fructosa es el azúcar de la fruta, y su consumo normal no sólo no es dañino, sino muy aconsejable. Pero ¿qué sucede cuando se beben un par de litros al día de una bebida refrescante endulzada con esta sustancia?

Un estudio preclínico, publicado recientemente en la revista Hepatology, y dirigido por Juan Carlos Laguna, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona (UB), muestra que, ingeridas en exceso, las bebidas con fructosa, además de engordar, alteran el mecanismo de ajuste energético del organismo.

En la sociedad actual, el consumo de dietas hipercalóricas y la falta de actividad física hacen que el exceso de energía ingerida se acumule en el organismo en forma de grasa, favoreciendo la aparición de obesidad y de otras enfermedades metabólicas asociadas, como la diabetes o el síndrome metabólico.

A partir de la década del 70, la industria alimentaria de EE UU y Europa generalizó el uso de la fructosa como edulcorante en bebidas refrescantes. Aunque los estudios epidemiológicos no permiten afirmar que exista una relación de causa-efecto, dejan abierta la puerta a dicha posibilidad.
Además, el mayor uso de fructosa en bebidas ha coincidido con el incremento de la prevalencia de obesidad, que hoy día alcanza características epidémicas: según la Organización Mundial de la Salud, en 2015 habrá unos 2.300 millones de adultos con sobrepeso y más de 700 millones padecerán obesidad, una patología que cada vez es más frecuente en los niños.

Un hecho interesante que aporta la investigación es que la contribución de la fructosa a las alteraciones metabólicas parece ser especialmente marcada cuando ésta se ingiere en forma líquida, como edulcorante de bebidas.

Los seres humanos, como otros muchos seres vivos, cuentan con mecanismos fisiológicos que calculan las necesidades energéticas del individuo y ajustan la ingesta de alimentos a estas necesidades.

Las bebidas con fructosa parecen deteriorar este sistema: cuando un individuo consume cantidades excesivas (de 2 a 3 litros diarios, por ejemplo), no es capaz de compensar adecuadamente ese gran aporte de energía, reduciendo proporcionalmente la ingesta de alimentos sólidos. En consecuencia, el exceso de energía acumulada aceleraría la aparición de obesidad.

Los laboratorios de biomedicina disponen, desde hace años, de un modelo experimental para el síndrome metabólico: la rata alimentada con fructosa.
Esos animales desarrollan una patología similar a la que aparece en los humanos, con alteraciones de los lípidos en sangre (hipertrigliceridemia), aparición de hígado graso e hipertensión; y, con el tiempo, resistencia a la insulina y obesidad.
Sin embargo, no se conocen con exactitud los mecanismos por los cuales la fructosa produce todas estas alteraciones en las ratas.

El estudio de la UB demuestra que, tras suministrar durante 14 días a las ratas un 10% de fructosa en el agua de bebida, se produce una disfunción en la actividad de la leptina, una hormona que tiene una función capital en el sistema de cálculo y ajuste energético del organismo.

En condiciones normales, al ingerir demasiada energía con los alimentos, se activa la secreción de leptina, lo que provoca una pérdida de apetito, sensación de saciedad y, al mismo tiempo, se estimula la oxidación de la grasa en tejidos como el hígado o los músculos.
La leptina ayuda a mantener el peso y el metabolismo energético del organismo en el punto óptimo.

Aunque se produjo un incremento de la concentración de leptina en sangre en las ratas que bebieron agua con fructosa, ésta no fue capaz de estimular a nivel hepático la oxidación de las grasas y los animales desarrollaron hipertrigliceridemia e hígado graso.
En cambio, las ratas a las que se les suministró de forma paralela agua de bebida enriquecida con un 10% de glucosa, bebieron idéntica cantidad de líquido pero no desarrollaron ninguna de esas alteraciones metabólicas.

Aunque estos resultados no son directamente extrapolables a las personas, están de acuerdo con los estudios epidemiológicos en humanos, indicando que a igualdad de energía consumida, la fructosa ingerida en forma líquida es capaz de deteriorar el sistema de compensación energética del organismo, favoreciendo la ingesta excesiva de energía y dificultando su utilización. En definitiva, se favorece la aparición de esas alteraciones metabólicas.

¿Qué sucede con los alimentos sólidos enriquecidos en fructosa? En otros experimentos del grupo, las ratas no desarrollaron alteraciones en la secreción y actividad de la leptina. En el futuro, el equipo dirigido por Laguna pretende determinar si estos efectos de la fructosa en bebidas son mayores en ratas hembras. Los datos epidemiológicos sugieren que, en humanos, las mujeres son más sensibles a los efectos metabólicos de la fructosa. Será necesario detectar algún marcador de la resistencia a la leptina en células de la sangre para poder realizar estudios similares en humanos.

Fuente: El país, España.