Mundo Salud

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lunes, diciembre 18, 2006

Las 10 rutas hacia la Obesidad

La obesidad se ha convertido en una epidemia y todo se reduce a que se come demasiado y se quema poco. Esto es indudablemente cierto. La mayoría de nosotros tiene que hacer un esfuerzo para no engordar.

Esta explicación coincide con el sentido común y hasta ahora guió los esfuerzos para llegar a la raíz de la epidemia de obesidad y revertirla. Sin embargo, actualmente muchos creen que algo más debe de haber cambiado en nuestro ambiente para precipitar un crecimiento tan dramático de la obesidad en los últimos 40 años.

Un artículo firmado por 20 expertos en el tema, que se publicó en el International Journal of Obesity, avanza sobre las 10 alternativas más plausibles para explicar este fenómeno, ya que el hecho de estar rodeados por un ambiente obesogénico – con comidas altas en grasas que abundan y se consiguen a bajo precio y múltiples ocasiones para permanecer inmóviles- no pueden explicar cabalmente este fenómeno internacional.
Estas son las hipótesis que se barajan.

1. Dormimos poco.

Aquellos que duermen menos de 7 horas por noche suelen tener un índice de masa corporal (IMC) superior a la de la gente que duerme más, según la información recopilada por la Encuesta Nacional Estadounidense de Salud y Nutrición.

De manera similar, el Estudio de las Enfermeras, que siguió a 68.000 mujeres norteamericanas durante 16 años, encontró que las que dormían en promedio 5 horas por noche ganaron más peso que aquellas que dormían 6, que a su vez subieron más de peso que aquellas que dormían 7. Dos estudios recientes, uno en Canadá y el otro en Alemania, muestran que la duración del sueño y el peso están relacionados también en los niños. La falta de sueño alteraría el metabolismo. La leptina, hormona encargada de indicar la saciedad, cae, mientras que la grelina, que estimula el hambre, sube. En hombres a los que se les permitió dormir sólo 4 horas por noche durante dos días consecutivos, los niveles de leptina cayeron un 18 %, mientras que los de grelina aumentaron un 28 %. Los voluntarios dijeron, además, que se sentían muy hambrientos.

2. El control del clima.

Los humanos, como todos los animales de sangre caliente, podemos mantener nuestra temperatura corporal bastante constante. Mantenerse caliente o continuar fresco implica un gasto de energía a menos que nos encontremos en una "zona termoneutral" -alrededor de 27 º C para un cuerpo desnudo-, que es la temperatura a la que cada vez más elegimos vivir y trabajar. ¿Puede ser que el aire acondicionado y la calefacción hagan una diferencia en nuestro peso? Lamentablemente, existe evidencia de que sí. Distintos estudios muestran que a temperaturas agradables usamos menos energía. En un estudio de mujeres expuestas a 27 °C versus 22 °C, la diferencia fue de alrededor de un megajoule (239 kilocalorías) por día.
Es la cantidad de energía correspondiente a 27 gramos de grasa corporal.

3. Fumamos menos.

Malas noticias: los fumadores tienden a ser más delgados que el resto de nosotros. Dejar de fumar nos hace subir de peso, a pesar de que nadie está seguro del porqué. Probablemente tenga algo que ver con el hecho de que la nicotina es un supresor del apetito y parece aumentar nuestro índice metabólico. De acuerdo con la información recabada por la Encuesta Nacional Estadounidense de Salud y Nutrición en 1991, las personas que habían dejado de fumar en la década precedente tendían a tener más sobrepeso que aquellos que fumaban o que no habían fumado nunca. Entre los hombres, por ejemplo, cerca de la mitad de los que habían dejado de fumar tenían sobrepeso, en comparación con un 37 % de los no fumadores y sólo un 28 % de los fumadores. Esto no significa que el dejar de fumar sea una amenaza contra la salud pública, para nada. El cigarrillo es tan peligroso que habría que subir 45 kilos para justificar el hecho de continuar fumando.

4. Factores prenatales.

Las posibilidades de convertirnos en gordos pueden decidirse en gran parte antes siquiera de que hayamos nacido. Los hijos de madres obesas -especialmente los de aquellas que desarrollan diabetes gestacional- tienen muchas más posibilidades de convertirse ellos mismos en obesos. Mientras esto puede tener que ver más que nada con una cuestión genética, también existe evidencia de que existe cierta "programación intrauterina". Los vástagos de ratones alimentados con una dieta alta en grasas durante el embarazo tienen muchas más probabilidades de volverse gordos que los de ratones idénticos, pero alimentados con una dieta normal. Extrañamente, este efecto persiste por dos o tres generaciones. Los nietos de los ratones alimentados con una dieta alta en grasas se vuelven gordos incluso si su propia madre es alimentada normalmente. En el otro extremo del espectro, sabemos por estudios hechos en personas nacidas durante la hambruna en los Países Bajos a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, que las restricciones de energía en el vientre materno pueden llevar a la obesidad con el correr de los años.

5. Gordo = fecundo.

La gente más pesada tiene más niños. Un estudio realizado por Lee Ellis en la Universidad Estatal Minot, Dakota del Norte, encontró una "pequeña pero muy significativa relación" entre el IMC y los niveles reproductivos. Las mujeres con un peso normal o menor tienen en promedio 3,2 hijos, mientras que aquellas con sobrepeso o directamente obesas tienen en promedio 3,5 hijos. Tener muchos hijos aumenta las oportunidades de aumentar de peso, si no por otra razón, por lo menos a causa de la falta de sueño. Pero Ellis también demostró que el IMC de las personas antes de volverse progenitores está asociado con el número de hijos que eventualmente tienen.

6. Un poco mayor.

Algunos grupos de personas simplemente son más gordos que otros. Encuestas realizadas por el Centro Nacional Estadounidense para las Estadísticas de Salud encontraron que era alrededor de 3 veces más probable que los adultos de entre 40 y 79 años fueran más gordos que la gente más joven. Las mujeres que no son blancas también tienden a ubicarse en el costado más redondo del espectro: las mexicano-americanas tienen un 30 % más de posibilidades que las blancas de ser obesas, y las negras corren el doble de riesgo.

7. Más drogas.

Actualmente, millones de personas toman neurolépticos. Más allá de su indudable éxito para tratar la psicosis, tienen una desventaja: los usuarios en general aumentan 4 kilos en las primeras 10 semanas, y otros cuatro o cinco en el año siguiente. Los neurolépticos no son la única clase de droga que hace engordar: los anticonvulsivos para tratar la epilepsia, los antihipertensivos para la presión sanguínea alta, los inhibidores de la proteasa para tratar el SIDA y la medicación de la diabetes, incluida la insulina, todos están asociados con un aumento de peso. Los bloqueadores beta hacen que la gente que los usa aumente en promedio 1,2 kg, y al tomar píldoras anticonceptivas durante más de 2 años se aumentan unos 5 kilos. Aunque comunes, incluso los antihistamínicos de venta libre pueden hacer engordar.

8. La contaminación.

Cotidianamente estamos expuestos a miles de químicos industriales: pesticidas, lavandinas, saborizantes, perfumes, plásticos, resinas y solventes, para nombrar sólo unos pocos. Los tragamos, inhalamos y absorbemos a través de nuestra piel. Existe alguna evidencia de que bajos niveles de algunos de estos químicos pueden conducir a un aumento de peso. Los ratones a los que se les dan pequeñas cantidades del pesticida dieldrina, por ejemplo, redoblan con creces su grasa corporal. La hexaclorobenzina, otro pesticida, hace que las ratas engorden de manera significativa aunque coman menos. Estudios en humanos expuestos al PCB por comer peces de los grandes lagos de América del Norte encontraron conexiones similares: cuanto más tóxica la carga, mayor el peso corporal. Algunos de estos químicos interfieren en el funcionamiento de hormonas como el estrógeno. Numerosos estudios en animales y en humanos sugieren que cuando los estrógenos no funcionan correctamente, aumenta la adiposidad. Y nuestra exposición a estos químicos está aumentando: un estudio sueco encontró que la concentración de PBDE (éter difenílico polibromado, un retardante de ignición actualmente prohibido) en la leche materna se duplicó cada 5 años entre 1972 y 1998.

9. Madres maduras.

Una madre más añosa parece ser un factor de riesgo independiente respecto de la obesidad. Los resultados de un estudio de crecimiento y salud realizado por el Instituto Nacional Estadounidense del Corazón, los Pulmones y la Sangre muestra que las posibilidades de un niño de volverse obeso aumentan alrededor de un 14 % cada 5 años extra en la edad de su madre, a pesar de que no se sabe porqué. Michael Symonds de la Universidad de Nottingham, Reino Unido, descubrió que los corderos que nacían de ovejas ancianas acumulaban más tejido adiposo en el primer año de vida. Symonds también descubrió que los primogénitos tienen más grasa corporal que sus hermanos más pequeños. En los Estados Unidos, en 1976, 9,6 % de las mujeres de aproximadamente 40 años habían tenido sólo un hijo; en 2004 eran el 17,4 % las que se encontraban en esa situación. Esta combinación de madres añosas y mayor cantidad de hijos únicos puede estar contribuyendo a la epidemia de la obesidad.

10. Me gustas tú.

De la misma manera en que la gente se junta de acuerdo con su aspecto, también lo hace de acuerdo con su tamaño. En un estudio de 1341 familias canadienses publicado en 1999, Peter Katzmarzyk, de la Universidad York, en Toronto, descubrió que existe una pequeña pero significativa relación entre marido y mujer respecto tanto del IMC como de la medida de los pliegues cutáneos que no puede ser atribuida al hecho de que viven juntos. Por sí mismo, casarse con alguien de estructura corpórea similar no puede considerarse la causa del aumento de la obesidad. Pero combinado con otras cosas -particularmente con el hecho de que la obesidad es en parte genética, y que la gente más pesada tiene más niños- amplifica el aumento de la obesidad debido a otras causas.

Fuente: diario La Nación.